
El fruto del mango, al ser un tejido vivo, está sujeto a continuos cambios hasta que se deteriora por completo. El proceso de envejecimiento y eventual muerte en los tejidos vivos se llama senescencia. Hay cambios programados en la fruta como la maduración que influyen en la apariencia, el sabor, la textura y el valor nutritivo que los hace envejecer. Si bien algunos cambios son deseables, la mayoría son deteriorantes. Estos cambios poscosecha no se pueden detener, pero se pueden ralentizar dentro de ciertos límites.
En general, la aplicación de la tecnología de poscosecha solo puede mantener la calidad de la fruta cosechada, no mejorarla. El principal objetivo de aplicar cualquier tecnología poscosecha es mantener la calidad y seguridad de la fruta lo más alta posible hasta que llegue al consumidor final. Por ello, es bueno tener en cuenta algunas recomendaciones al momento de cosechar el mango.
Los mangos pierden agua:
La pulpa del fruto del mango se compone principalmente de agua. Cuando se cosecha, la fruta ya no puede reemplazar el agua que se pierde por la respiración. Los mangos están, por tanto, sujetos a deshidratarse, en consecuencia, a perder peso comercializable. La exposición de la fruta al sol provoca una rápida pérdida de agua.
Los mangos son propensos a la descomposición:
Las frutas son susceptibles al ataque de insectos y organismos patógenos que causan descomposición y eventualmente pueden acelerar su deterioro. El manejo brusco puede crear heridas que sirven como puntos de entrada para patógenos. Los contenedores de campo como las cestas de bambú tienen bordes ásperos y puntiagudos que podrían dañar la fruta.
Los mangos son susceptibles de sufrir daños. Cuando se daña, todos los procesos biológicos dentro de la fruta, como la respiración y la producción de etileno (el agente de maduración producido naturalmente por los mangos) avanzan a un ritmo rápido que conduce a un rápido deterioro. Además, el daño puede no ser aparente externamente, pero puede aparecer más adelante en la cadena de manejo, tipificado por la falla de la porción dañada para cambiar de color y la presencia de una capa de almidón justo debajo de la cáscara de la fruta madura.