
La mandarina es un cultivo de fruta económico que se cultiva ampliamente en todo el mundo con una producción mundial que alcanza los 29 millones de toneladas por año (Goldenberg et al., 2018).
Figura 1. Representación pictórica de varios componentes de mandarina. Fuente: Mahawar et al., (2019)
Las mandarinas cosechadas son especialmente susceptibles a la invasión de hongos y microbios que contribuyen hasta en un 35 % de la pérdida postcosecha total. Las principales enfermedades son principalmente el moho verde causado por Penicillium digitatum y el moho azul generado por P. italicum (Moraes et al., 2019). La pudrición de la fruta en los cítricos es causada por una variedad de hongos, incluidos Penicillium, Alternaria, Aspergillus, Colletotrichum, Botryodiplodia y Phomopsis (Talibi et al., 2014). Para controlar estas infecciones, se ha demostrado que el uso de productos naturales reduce la actividad fisiológica de las frutas durante el almacenamiento y, al mismo tiempo, disminuye las pérdidas cualitativas y cuantitativas generales (Jhalegar et al., 2015).
Figura 2. Características morfológicas y patogenicidad de los aislados fúngicos postcosecha de mandarina. Fuente: Khamsaw et al. (2022).
Con las nuevas tendencias en el enfoque a una alimentación orgánica y los cambios en la legislación con respecto al uso de aditivos para la conservación de frutas, se buscan alternativas naturales a los fungicidas químicos. Mediante el uso de productos naturales como los extractos de plantas nos puede proporcionar una solución tanto para la industria como para los consumidores. Recientes investigaciones han demostrado que las plantas son una fuente potencial de compuestos antimicrobianos, y estos tienen la ventaja de ser biodegradables, libres de tóxicos y seguros para la salud. Por lo tanto, los extractos de plantas se investigan y se utilizan para descubrir nuevos fungicidas naturales que puedan reemplazar a los fungicidas sintéticos.
Figura 3. Control biológico de fitopatógenos postcosecha de cítricos. Fuente: Moraes et al., (2019)
En la postcosecha, más del 20% de los productos hortofrutícolas ,que se producen en el mundo, se pierden debido a deterioros microbiológicos y fisiológicos, como consecuencia de factores técnicos como un inadecuado proceso de recolección, empaques inapropiados e insuficientes vías para la transportación, entre otros, lo que se traduce en un corto período de almacenamiento (Castro et al., 2011). Y con el objetivo de evitar o minimizar los efectos adversos de estos factores y prolongar la vida postcosecha de los productos hortofrutícolas se han implementado diferentes tecnologías, entre ellas se pueden mencionar, el almacenamiento a bajas temperaturas, aplicación de radiaciones gamma y ultravioleta, el control biológico, la conservación por atmósfera controlada, la utilización de empaques plásticos, el uso de películas y la aplicación de recubrimientos comestibles, entre otras (Fernandez et al., 2015).
Los recubrimientos comestibles (RC) tienen un rol muy importante en la vida de anaquel de los alimentos ya que reducen la pérdida de agua, permiten el control respiratorio, retrasan el envejecimiento y mejoran la calidad y valor comercial de los mismos, manteniendo sus atributos de calidad y valor nutritivo. Un RC es un material de envoltura (empaque) delgado empleado en la industria de alimentos y que puede ser consumido como parte del mismo, porque se deriva de polímeros biodegradables, no tóxicos y que ayudan a incrementar la calidad de los alimentos durante su conservación (Sánchez-González et al., 2011).
En los laboratorios de BNS se ha elaborado Life Cover, que es una solución ecológica a base de subproductos orgánicos frescos que crea una barrera invisible y natural que reduce el estrés postcosecha de frutas y verduras, sin utilizar pesticidas, mejorando su calidad hasta en un 200%. Este producto se aplica en Postcosecha, en el proceso de Packing tradicional de frutas reemplazando a las ceras convencionales.
REFERENCIAS